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jueves, 3 de junio de 2010

                              PINTAR UN CUADRO CON LA PROPIA VIDA


Un cuadro en blanco, un lienzo que se va transformando en obra de arte.
Un color, otro, otro.

Alguien que pasa: estaría mejor con más luz. Otro que te aconseja: no, mucho más real si metes tonos oscuros.
 En última instancia tú eliges.
Color tras color aparece algo:
La luz del sol, una sombra, un brillo, una ola. Allá al fondo, medio se adivina el Teide, aquí en primer plano tal vez una figura de espalda. Una puesta de sol en las Canteras, reinventada, re-creada. Vista de nuevo a través de tus adentros.

Y el blanco aquél se transformó en colores, en formas, en tonalidades. A partir de una imagen, nace una creación. Una nueva creación.
 En semejanza con la vida-

La vida como una obra de arte.
Vivir la vida como obra de arte...
Poniendo colores, de cada vez. Integrando gozos y dolores. Claros y oscuros. Alguien que pasa y tal vez te corrige: mejor así.
Alguien que pasa y tal vez te indica lo contrario. En el fondo tú eliges el color. Eliges incluir o no los dolores y entretejerlos de gozos.
Eliges cómo mirar.

Vivir la vida como una nueva creación.
Difícil a veces admitir las sombras. Tal vez junto al color fucsia, aparezcan contrastes demasiado fuertes, excesivamente cargados.
Por ejemplo hoy, noticias de alguien querido en alguna cama de hospital, allá en el horizonte lejano.

Integrar luces y sombras a veces es desgarrador.
Pero también se puede hacer una inclinación, juntas las manos ante  la vida que está siendo recibida y entregada en plenitud. Integrar las sombras con los claros, vida y muerte entretejidas. Inseparable la sonrisa de la lágrima. El amor del dolor

Incluir los propios dolores y fracasos en la luz, entrelazando, matizando, suavizando... Como quien pinta un cuadro o compone una sinfonía.
No son colores o notas aislados, ni una suma de tonos. Tienen espíritu.
Como Espíritu tiene la vida, siempre preñada de colores y sentidos.
Toña