“Habrá signos en
el sol, la luna y las estrellas y en la tierra angustia de las gentes…Los
hombres quedarán sin aliento ante lo que se le viene encima al mundo….Estad
siempre despiertos pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir” (Lc21, 25-28)
Han corrido océanos de tinta que intentan
explicar el estado actual de las cosas: La globalización. La posibilidad
tecnológica de mover el capital con un simple clic, cambiando la vida de muchos
con el movimiento de un dedo. La
ambición de los que tienen en sus manos el poder económico y por tanto
secuestran el político. Las ventas de “producto” más que dudoso por parte de la
banca. La caída de aquellos que se fiaron de los que por cumplir objetivos les “vendieron”
un crédito “ampliado” para vivienda coche y muebles. Los chanchullos de los
políticos que gastan sin medida en dietas y transporte mientras predican
austeridad. El cambio de lenguaje y de filosofía sobre el trabajo que se ha
convertido en esclavitud para cumplir objetivos en beneficio de los accionistas.
La creciente joroba de los que soportan los pesados fardos de los impuestos en
sus cada vez más reducidos salarios. La democracia dictatorial (una expresión-oxímoron)
en la que nos vamos metiendo. La sanidad pública privatizándose, la justicia
que pagarán las víctimas que necesiten
defensa. La pérdida de confianza en los políticos que aprietan el cinturón de
los otros pero no el suyo. La corrupción existente a todos los niveles. El
continuo trasvase de dinero público a bolsillos privados. La inyección del dinero “de todos” a cajas y bancos
mal gestionados, mientras desaparecen una a una las subvenciones a ONGs. La
petición de dinero a otros países con el consiguiente endeudamiento de por vida.
Las familias que se quedan sin casa y siguen debiendo, mientras miles de pisos
permanecen vacíos. Y así podríamos seguir… en la sospecha creciente de que los genocidios pueden cometerse hoy sin armas. “Los
hombres se quedarán sin aliento ante lo que se le viene encima al mundo”.
Tal vez estamos sin aliento. Unos indignados,
otros quemados, unos sometidos y la mayoría viendo cada vez más lejano
cualquier horizonte de esperanza. El caso es que como decía Bertold Bretch
estas cosas llevan mucho tiempo sucediendo, eso sí, en otros países que nos
quedan más lejos.
Unido a los desastres político –económicos,
hay una escasa confianza en el que tenemos al lado y una pérdida importante de
tejido social, (si exceptuamos el que se teje en el futbol) junto a una fuerte
impotencia por parte del pueblo llano que intenta vivir lo más parecido a lo que
vivía, pero sin conseguirlo y sin ver la salida.
Y hay también una filosofía de base que es,
al menos, sospechosa, la del “pensamiento positivo” (que en el intento nos
puede hacer perder el espíritu crítico) y la de vivir en cada momento “aquí y
ahora” (que mal entendido nos puede llevar a olvidar que hay un futuro “mejor” que
sólo podemos planificar juntos)
Visto lo visto ¿Cómo se puede recuperar la
utopía?
A pesar de todo el repertorio de signos
negativos, o tal vez a través de ellos, estamos en un momento privilegiado para la esperanza, que tendrá que ir
construyéndose a base de pequeñas esperanzas y pequeños gestos. La esperanza
que da contemplar en silencio el panorama y caer en la cuenta.
“ESTAD
SIEMPRE DESPIERTOS” nos dice el Evangelio de Lucas para esta primera semana de
Adviento. Frente a la ambición desmedida, a la usura, a la corrupción, es
urgente sacar de nuestro pozo interior aquellos
valores que consideramos irrenunciables e ir a la caza de nuevos valores adecuados
a nuestro presente. Ya aparecen algunos “signos
creativos” como los bancos de tiempo que funcionan en algunos lugares, donde se
intercambian bienes y servicios sin dinero.
“ESTAD SIEMPRE DESPIERTOS” Aun tenemos libertad y poder para tomar
opciones. Podemos tirar hacia arriba con nuestros egos buscando cada uno salvarse
como pueda, para situarse en lo más alto que alcance; pero también permanece la
otra opción, la de mirar hacia abajo y ponerse del lado de los que se quedan el
la orilla del camino. Hay pequeños-grandes gestos que a veces se nos olvidan, como la colaboración con entidades que ayudan a
los que se van quedando “sin cobertura”; Cáritas tiene cada vez más usuarios,
cada vez más bocas que alimentar. Se necesitan más “campañas del kilo” y más
manos que otros años. ¿Qué tal llevar alimentos no perecederos a alguno de esos
lugares? O dar un rato de tiempo en un servicio gratuito.
“ESTAD SIEMPRE DESPIERTOS” Es muy importante cultivar reflexión consciente que lleve nuestros pasos a acciones
concretas. He seguido por internet algunas de las actuaciones de “stop
desahucios” y otras plataformas ciudadanas que no han dejado de trabajar a favor de los miles de personas que la expropio-cracia
ha dejado en los márgenes- Así que una de las cosas a hacer en este tiempo es
tal vez buscarse alguna plataforma e ir pensando juntos para reconstruir de
paso el tejido social, intentando pequeñas acciones que pueden ayudar a
construir algo nuevo.
“ESTAD SIEMPRE DESPIERTOS” Caer en la cuenta de nuestro gran poder como “consumidores” . Al final somos nosotros los que potenciamos
unas u otras “marcas”. Así que puede ser muy bueno plantearnos dónde comprar y qué comprar. En qué banco
poner nuestra nómina. En qué gasolinera repostar. Cambiar el hábito de
consumo y dirigirnos a los pequeños
comercios, a los bancos menos sospechosos, a las empresas en las que no
predomine la explotación. Utilizar más efectivo y menos visa. Pensar a quién le
queremos dar nuestro dinero. Hoy en día, cualquier cosa que hacemos, aun sin
saberlo, puede estar apoyando explotación e incluso guerras.
ESTAR SIEMPRE DESPIERTOS para alimentar
esperanzas. Las
verdaderas esperanzas, el auténtico sentido de la vida no está nunca en tener
más. Lo sabemos. Es necesaria la denuncia, pero también el anuncio y la confianza.
Hacen falta como nunca nuevos profetas, pero también nuevos poetas que nos señalen
la ética y la estética que permanecen trigo en medio de la cizaña… Y para ello
es importante de vez en cuando fomentar el silencio. Entrar en lo profundo y encontrarnos
con lo mejor nuestro (de cada uno) para después poder ponerlo al servicio de la
mesa común.