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viernes, 7 de diciembre de 2012

¿Podría existir otro camino?





¿Podría existir otro camino?
No me refiero sólo a esos intrincados caminos político-económicos a los que  tenemos apenas acceso, sino al camino personal que vamos peregrinando paso a paso.
¿Es posible otro camino? ¿Es posible otra forma de vida? En nuestra historia pequeña vamos prendidos por múltiples hilos invisibles a prejuicios y  condicionamientos. Unos nos vienen impuestos desde fuera  y a otros nos ata el propio ego atrapado en estructuras y apariencias.  
Cualquier voz sobre caminos nuevos y buenos podría sonarnos a cuento de hadas, caería en vacío o, como decimos popularmente sería “predicar en el desierto”. Sin embargo, tal vez  vale la pena intentarlo.
Como nos dijeron de antiguo los profetas: “Una voz grita en el desierto”. “Preparad el camino al Señor. Allanad sus senderos. Elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale”
Porque otro camino es posible. Escondida en cada mini-historia condicionada, late  otra historia que está aun por descubrir y que va entretejida de amor incondicional, compasión, generosidad, consciencia. Toca irla percibiendo y dejarla salir  para hacer comunidad, o como decía el zorro del Principito, para crear lazos.
Así nos lo  desea Pablo en su carta de hoy: “Que vuestra comunidad de amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores” (Fil 1, 8-11)
Nuestro deseo para hoy: Que haya cada vez más personas que se animen a adentrarse en el desierto de nuestras ciudades, para contar nuevas historias de esperanza.  


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